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Todos hemos pasado por ese momento: tu mente está perfectamente lista para entrenar, tenés los tiempos en la cabeza, la rutina aprendida, sabés dónde hacerlo… todo parece ser un plan perfecto para un entrenamiento de calidad.Pero, empezás y resulta que tu cuerpo no está respondiendo de la forma que planeaste, te sentís agotado sin razón aparente, no estás rindiendo lo suficiente para cumplir con el programa.
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